Suiza, desfiles y resistencias: el sindicalismo en tiempos de Bases y gases

En Suiza se cena temprano. A las 20 horas, 15 de Argentina, Gerardo Martínez y lo que quedaba de la comitiva de la CGT eligieron el menú. Esa noche querían brindar. Más temprano habían estado en el Vaticano saludando al Papa. Al otro día les tocaba exponer en la reunión de la Coalición Global por la Justicia Social, una de esas charlas organizada por la OIT (Organización Mundial del Trabajo). Dejaron sus celulares en “modo avión”.

En ese mismo momento, pero a 11 mil kilómetros, el secretario gremial de Camioneros improvisaba una hablada en una plazoleta del barrio de Constitución. “Algunos compañeros andan diciendo por qué no nos quedamos a bancar. Y ustedes saben que Camioneros tiene aguante, pero también cuidamos a nuestros afiliados”. No hubo ovación. Hacía 15 minutos la cabecera de una columna impactante había cerrado la bandera y apagado los bombos. “¿Ya nos vamos?” había preguntado en ese momento un grupo de recolectores que estuvo desde temprano en la calle.

“¡Unidad de los trabajadores / y al que no le gusta, se jode!”. El eco no llegaba a Ginebra ni a Constitución, es cierto. Pero se escuchaba fuerte en la Plaza Congreso. Era la espontánea respuesta de las columnas de manifestantes a las provocaciones policiales y los primeros estampidos. Un grupo de obreras de MadyGraf y tercerizados aeronáuticos ordenaban sus filas. Desde enero se vienen movilizando contra esa Ley las políticas de Milei. Sabían dónde estaban parados y por qué.

Ese preciso momento, en “la hora señalada”, las escenas de Ginebra, Constitución y Congreso resumen la actitud de las distintas cúpulas sindicales peronistas y de las agrupaciones clasistas. Los que se borran. Los que hablan y desfilan. Los que luchan siempre.

La manifestación multitudinaria y las banderas enrolladas

La movida arrancó temprano. En algunos lugares se levantaron los turnos mañana para sumarse a las columnas que organizaban sus gremios. Un obrero automotriz cuenta que “el sindicato como siempre avisó un par de días antes, pero había habido mucha discusión, así que la gente quiso ir. En mi sector tuvieron que bajar a unos 4 o 5 compañeros porque ya se había completado el micro. Nunca había pasado algo así”. Aunque ningún gremio de la CGT había convocado al paro, los que jugaban su interna en el sindicalismo peronista hicieron un “cese de actividades” de hecho. Por eso, SMATA y Camioneros fueron los que aportaron las columnas más grandes. Las camperas de Toyota, Ford, VW, Lear y Yazaki poblaron la cabecera de Rivadavia desde las 10. El turno tarde llegó a reemplazarlo poco antes de que comience la represión.

“¿Cuántos son?” le preguntó este cronista a un dirigente de Camioneros. “No sé viejo, diez cuadras, a mí me dijeron que traiga y traje…” dijo sobrador. La policía los esperaba por Solís pero la “marea verde” llegó cortando Entre Ríos en lo que parecía el comienzo de un desafío al protocolo Bullrich. Delante de la cabecera iban 300 delegados y militantes del gremio, en motos y a pie. Parecía un avance imparable. En los grupos que ya estaban en la Plaza se comentaba: “ahora llegan los camioneros”. Era una expectativa sincera.

Bancarios tenía un recorrido más corto. Desde el microcentro salió el grueso de los delegados y activistas, pero la mayoría se tuvo que quedar haciendo funcionar a los gigantes financieros. Cuando dejaron las sucursales era tarde: ya había comenzado la represión. La UOM también venía desde la 9 de Julio, donde convocó a sus seccionales. Lucho Molina, delegado de base de Acindar Villa Constitución, cuenta que “al no haber paro, los trabajadores no tuvieron la opción de participar. Nosotros tuvimos que viajar 250 kilómetros. La UOM nacional movilizó un buen número de delegados pero hubo seccionales enteras del Gran Buenos Aires sin participación”.

Las columnas de otros gremios que “movieron algo” eran más chicas. FOETRA (telecomunicaciones) no pasaba de 300 delegados y delegadas, los aeronáuticos APTA (mecánicos), APA (tierra) y AA (aeronavegantes) sumaban 600 manifestantes, Satsaid (televisión) se convocó a las 16 y no pudo llegar a la Plaza. ATE no “asoció” a los trabajadores y trabajadoras del Estado. La columna “Nacional” estuvo adelante, “Capital” atrás y “Provincia” eligió un punto intermedio. No queda claro si eran posiciones políticas o solamente geográficas. Cuenta Leonardo Améndola, delegado de ATE Trabajo por la Marrón Clasista, que “a pesar de la falta de preparación de ATE y la borrada de UPCN, vinieron delegaciones de muchas dependencias que querían manifestarse. Y se quedaron aunque las banderas del gremio levantaron antes de las cuatro”.

Un símbolo de esas “ganas” que las cúpulas buscaron que se expresen solo en función de sus especulaciones políticas fue la columna del Astillero Río Santiago. Los 50 micros que pusó ATE Ensenada se llenaron. La “vieja guardia” y los más jóvenes se sienten parte de una tradición de lucha. Bullrich los conoce. Ellos también. Por eso fueron muchos y preparados. Entraron cantando por Rivadavia y el video comenzó a viralizarse. Contagiaba ganas de ir a la Plaza. Pero a “la hora señalada” el gremio dio vuelta sus banderas y pegó el grito: “los micros se van”.

Podríamos seguir, pero intentemos resumir lo que vimos el miércoles. A diferencia del tratamiento en Diputados, la Plaza Congreso se fue llenando. Al sindicalismo combativo, las organizaciones sociales, asambleas barriales y la izquierda, que habían estado en febrero y abril, se sumaron algunos sindicatos. Pero no pararon. No prepararon la movilización. No marcharon con la fuerza que pueden hacerlo. Y se fueron a “la hora señalada”. El momento que había elegido Patricia Bullrich para comenzar las provocaciones y la represión e intentar que la plaza no se termine de llenar. Los pactos de adentro necesitaban silencio afuera.

A esa misma hora también se pudo ver a Axel Kicillof en su Clio…por las calles de La Plata. Después de tanto plenario y declaración, la cúpula del PJ no dio quórum a su propia convocatoria.

Los traidores

-Sabemos que este plenario se reúne para discutir las paritarias. Pero no puedo dejar de hablar de lo que se preguntaron miles de trabajadores y trabajadoras ayer. ¿Por qué este sindicato, uno de los más poderosos de la Argentina, no llamó a movilizar frente al tratamiento de la Ley Bases? ¿Por qué no llamó a parar? Pensar que uno puede excluirse de lo que pasó, es estar viviendo otra realidad. Y los que están en este salón no viven en otra realidad. Así que les tengo que decir que no convocar a movilizar los ubica como parte de la traición de la CGT. Porque no se puede discutir paritarias como si ayer no hubiera pasado nada. Hay compañeras esposadas en la comisaría. Votaron una ley que nos roba más derechos. Una movilización masiva hubiese evitado eso. Desmovilizar tiene su costo. Eso lo sabe cada trabajador. Y este sindicato es de todos los trabajadores. Estamos cansados de que se negocie a nuestras espaldas.

Stella Cabral sostenía el micrófono con las manos que maneja las máquinas de Mondelez cada día. Doscientos delegados de la Verde tuvieron que escucharla en silencio. Aún después que habló de traición frente a la mesa de los traidores. En los pocos minutos que le dieron resumió brillante y valientemente lo que había pasado en el Congreso. Ese testimonio vale mil veces más que esta crónica.

Stella milita en la agrupación Bordó de la Alimentación. No habla solo de Rodolfo Daer. Se refería a los jefes de la CGT, “gordos” e “independientes”. Su argumento para borrarse “a la hora señalada” fue que no tenían nada que reclamar. La reforma laboral, el impuesto a las Ganancias y empleo público, “lo fuimos negociando hasta temperar bastante sus efectos, tanto con legisladores como con el propio gobierno. No teníamos por qué movilizar y menos mezclándonos con otros sectores que nada tienen que ver con nosotros. Si bien hubo una represión policial también hubo grupos que provocaron y en esa nosotros no nos prendemos”.

El autoretrato de un burócrata desclasado.

Según adelantan algunos medios gremiales, la conducción de la CGT se reunirá el 24 de junio para “limar asperezas”. No tienen apuro.

Los que luchan

“Antes de arrancar la represión, ya nos habían querido sacar de Avenida Callao”, cuenta Luciano Corradi, delegado de base de GPS-Aerolíneas. Pero en estos meses de lucha contra los despidos se fueron curtiendo. La bandera de “Aerolíneas no se vende” seguía firme. De repente, un grupo tripulantes que había ido con su sindicato se suma a la defensa del lugar. Esa bandera también es “su” bandera, aunque la sostuvieran los tercerizados. “Y después, a pesar de que los sindicatos se fueron, grupos de aeronáuticos se quedaron todo lo que pudieron en la Plaza. Vi gente de Aerolíneas Argentinas que se quedaron a resistir. Y al otro día cuando llegamos a Aeroparque, que la empresa no había entrado en la privatización, había un montón de efectivos agradeciéndole a los tercerizados que fuimos los primeros en ponerse a la cabeza de la unidad y de defender la línea de bandera”.

Esas escenas quizás resumen otra de las cosas que vimos estos meses. Las agrupaciones clasistas, en este caso El Despegue, se habían puesto de pie ante cada pelea desde que asumió la derecha. También de las que no eligieron, como los despidos. Habían estado en la calle, peleando, con quienes querían pelear. Pero además habían buscado la unidad de los aeronáuticos y con otros luchadores. Porque el malestar se siente en cada sector. El debate se calentó muchos en las últimas semanas. Es cierto: aún no lograr romper el cinturón que sostienen sus dirigentes.

El 12 volvieron a ser protagonistas los sectores combativos. Desde el día que pactaron la media sanción en Diputados, habían comenzado una campaña exigiendo asambleas en los gremios y un paro activo de sus sindicatos, la CGT y la CTA, para el día que se tratase. La Izquierda Diario reflejó esa campaña que dieron las agrupaciones clasistas en decenas de gremios, en todo el país. Y aunque las cúpulas se borraron o fueron a desfilar hasta “la hora señalada”, volvieron a estar. Lo habían votado en un Encuentro de luchadores y luchadoras en esa misma Plaza, pero además era un compromiso forjado desde aquella marcha del 20 de diciembre. Y antes también.

“Hay millones de familias en la calle, cagándose de hambre. Hay que estar acá para enfrentar la Ley Bases” agitaba un obrero de Secco que pelea contra los despidos de la empresa eléctrica. El video se viralizaba e invitaba a sumarse a la marcha. En el neumático los despidos en FATE habían calentando los motores. La discusión sobre la Ley Bases recorría los turnos y sectores. “Había mucho debate, mucha moral. Al final fueron cerca de 400 compañeros con el SUTNA, uno de los pocos gremios que convocó al paro. Con muchos compañeros nos quedamos hasta el final”. Cientos de docentes de las secciones de SUTEBA estaban allí, junto al recuperado Ademys.

Agrupaciones clasistas del Subte, Telefónicos, Ferroviarios, Eléctricos y otros gremios se mezclaron en la resistencia con asambleas barriales, organizaciones sociales, jubilados, estudiantes y activistas de otros gremios que no habían aceptado la orden de desconcentrar cuando faltaba mucho para que se decidiese el destino de la Ley. “¡Chee, por qué nos vamos” gritaba una chica con la campera de Ford! ¿Por qué iban a irse si la ley era nefasta, como habían dicho sus dirigentes? ¿Por qué iban a dejar que les metan una reforma laboral sin pelear? ¿Por qué nos dicen que “no da la relación de fuerzas” si el 9 de mayo paralizamos el país?

El sindicalismo de izquierda había peleado por una movilización masiva, unitaria, porque es un agravio a todo el pueblo trabajador. Primero exigiéndole un paro activo a todos los gremios, luego a los que convocaban a la jornada. Porque, como dice Stella, si éramos cientos de miles no había ley ni represión. No perdió tiempo. Coordinó a quienes querían pelear e hizo un Encuentro para darle fuerza a esa propuesta. Y puso todo lo que pudo el día del tratamiento.

En el viaje de vuelta a Santa Fe, a Luciano le entra el mensaje de un compañero de Acería. “Hermosos traidores a sus causas y a su gente o ‘compañeros’ como les suelen llamar. La única que siempre banca es la izquierda”. Al otro día, en muchos lugares de trabajo se debatía con bronca sobre leyes y traidores.

Lo que sigue

“¡Estas son las armas de los terroristas!” dice el “Pollo” agitando un cuaderno de MadyGraf en su mano. Está frente a Comodoro Py junto a sus compañeras y familias que esperan novedades. “Tenemos un compañero detenido. Somos de una fábrica recuperada. Repartimos 400 mil cuadernos en las escuelas. Hicimos sanitizante en pandemia mientras los laboratorios se llenaban de plata”.

Es un mensaje hacia el gobierno y el poder judicial, que lanzaron una campaña macartista y criminalizadora contra quienes enfrentan sus políticas. Hasta este domingo, han sido liberados 17 detenidos pero 16 quedaban alojados en penales federales, con causas tan graves como delirantes. Son los presos y presas políticos de la Ley Bases.

Esa escena también es un símbolo del tiempo que vivimos. El gobierno de Milei quiere doblegar cualquier resistencia a sus planes de entrega y saqueo. Por eso la respuesta democrática en estas primeras horas fue muy importante. La vigilia en las comisarías y la conferencia que reunió a un amplio arco de organismos de derechos humanos y referentes sociales y políticos, que además lanzó un petitorio por la libertad y el desprocesamiento de quienes fueron encarcelados en la cacería tras la marcha.

Esa campaña es la tarea más urgente. Pero es parte de una batalla más general contra el plan de guerra de Milei. Como analizamos esta semana en La Izquierda Diario, el logro del gobierno y el poder económico tienen sus límites. Un triunfo agónico, una ley deshilachada y ensuciada por votos comprados, pero que además deja dudas sobre la posibilidad de cumplir con la política fiscal de Caputo y el FMI. El apoyo del PRO, la UCR y la negociación con el PJ (que contuvo las calles y ayudó en algunos artículos) explica el resultado. Pero abre dudas sobre el futuro.

Por eso, la crisis y los ataques van a seguir. No hay dudas. Ante los tiempos que vienen, la izquierda que dio la pelea dentro de Diputados y en las calles, tiene un desafío histórico. Mostrar que hay otra salida que no es ni el neoliberalismo derechista ni la regulación del capital que llevó a la crisis del peronismo. En cada batalla por venir, hay que difundir esa salida. Y hay que hacerla carne en nuevas fuerzas en los sindicatos, en los lugares de trabajo y estudio, en los barrios. Porque al calor de la pelea contra el plan Milei hay que poner en pie una alternativa a las conducciones sindicales peronistas, recuperar nuestras organizaciones. A las que siempre se rinden ante ese poder y a las que denuncian y desfilan pero nos dicen que la solución vendrá en algunos años con “otro gobierno peronista”.

Las peleas del PTS y sus agrupaciones clasistas, junto a otros sectores combativos y de izquierda, están mostrando otro camino. Tenemos que darle más fuerza a la pelea por poner en pie una alternativa sindical y política de la izquierda revolucionaria. Es la única conclusión realista de los que vivimos en la nueva era Milei.

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