Leticia Veraldi: La memoria olvidada de Cipolletti y la lucha que aún sigue
El 4 de julio de 1977, Cipolletti fue escenario de un capítulo oscuro y olvidado de la dictadura militar: el secuestro de Leticia Veraldi, una joven de 17 años que militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES). Tras haber sido enviada al sur por su familia para escapar de la represión que estalló con «La Noche de los Lápices» en La Plata, Leticia fue hallada y capturada por un policía rionegrino que actuaba en complicidad con el Ejército. Su desaparición, como la de otros 232 adolescentes, no fue casualidad ni producto de una persecución aislada, sino parte de un plan sistemático para silenciar a quienes se oponían a la dictadura.
Lo que hace más dolorosa esta historia es el silencio que la envuelve. A pesar de que Leticia fue secuestrada en las calles de Cipolletti, su memoria ha sido borrada de la narrativa oficial de Río Negro. Mientras que en otras provincias se conmemoran los trágicos eventos de la dictadura, aquí la historia de Leticia permanece ignorada, como si su lucha y su vida no fueran parte de nuestra identidad.
Esta omisión no es sólo una falta de reconocimiento histórico. Hoy, 40 años después de la recuperación de la democracia, las demandas por las que Leticia y tantos otros dieron su vida, como el boleto estudiantil, siguen sin ser cumplidas. El transporte público en Río Negro es un desastre, y la falta de un boleto estudiantil accesible es solo un reflejo más del olvido que recae sobre quienes lucharon por una sociedad más justa.
No ha sido fácil, durante estas cuatro décadas de democracia, sostener la búsqueda de verdad y justicia. Los juicios por delitos de lesa humanidad, impulsados por la incansable labor de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, permitieron que se destapara cada capa del plan de exterminio que ejecutó la dictadura, con las Fuerzas Armadas como mano de obra y los poderes fácticos económicos, mediáticos y religiosos como cómplices.
Sin embargo, los mismos sectores que apoyaron la dictadura han logrado regresar al poder por medio del voto, primero con Mauricio Macri y ahora con la dupla de Javier Milei y Victoria Villarruel. Villarruel, abiertamente negacionista, no oculta su intención de liberar a los genocidas condenados y poner fin a los juicios que han sido un pilar en la búsqueda de justicia. Ya hemos visto avances en este sentido: se ha desmantelado la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), intervenido la Universidad de las Madres y deslegitimado la lucha de los organismos de derechos humanos.
Uno de los momentos más simbólicos de esta regresión fue la visita de diputadxs nacionales a genocidas en prisión, una operación política orquestada por un capellán que dejó en evidencia el intento de liberar a los responsables de uno de los períodos más oscuros de nuestra historia.
La historia de Leticia, secuestrada y desaparecida en Cipolletti, es también la historia de una lucha que no ha terminado. Mientras los responsables del terrorismo de Estado buscan borrar su culpabilidad, nosotros no debemos permitir que su memoria se desvanezca. Su lucha es la nuestra, y está presente en cada voz que exige justicia, en cada joven que levanta las banderas del pasado para construir un futuro más justo y solidario.
Es hora de que Cipolletti y Río Negro reconozcan su historia y den respuesta a las deudas pendientes. La memoria no es solo un ejercicio del pasado; es la herramienta más poderosa que tenemos para construir el futuro. Y mientras la memoria de Leticia siga viva, la lucha continúa.