Crónica de Fernando Claus, fotógrafo detenido durante la cacería ordenada por Bullrich

Es fotógrafo freelance y cubrió, hasta el momento de su detención ilegal, la jornada de lucha contra la Ley Bases del miércoles 12 de junio. Sus imágenes muestran lo que pudo registrar esa jornada. Tras ser liberado por la lucha, escribió esta crónica en primera persona, que ayuda a entender lo que padecieron las y los detenidos, pero también a dar fuerzas y moral para liberar a los que faltan.

Fernando Claus es fotoperiodista freelance. El miércoles 12 de junio estaba trabajando en la marcha contra la Ley Bases en la Plaza de los Dos Congresos. Fue detenido ilegalmente, como todas y todos los demás, sin causa alguna. Luego fue liberaro junto a las y los primeros 17 excarcelades. El jueves 20 Fernando escribió esta crónica de aquel día, que acompaña con una serie de fotografías que logró y que dan cuenta, por un lado, de la brutalidad policial y, por otro, de la ilegalidad de las detenciones con causas armadas.


Bajé del Subte A en Avenida de Mayo y se sentía clima de festejo, como cada vez que el pueblo se reúne, esa energía que te hace sentir que no estás solo. Empecé a caminar por Avenida de Mayo hacia la plaza, registrando a la gente marchando con sus consignas. Al llegar al Congreso me encontré con las vallas, como cada marcha… y me acerqué a Callao y Avenida Rivadavia, donde la Policía no le permitía el paso a la diputada Victoria Tolosa Paz. Luego retomé por Avenida de Mayo y entré al Congreso por la parte de atrás, por las paralelas, como suelo hacer, para poder registrar ambos lados de la valla.

Comenzó a haber más tensión en ambas esquinas, de Entre Ríos e Hipólito Irigoyen y de Callao y Rivadavia. Cuando empezó a avanzar el hidrante sobre Irigoyen y Entre Ríos ya me quedé ahí, registrando a la Gendarmería avanzando y tirando gases a nadie, simplemente atacando a la gente para que desconcentrara. Lo lograron y se quedó la Policía reprimiendo con balas y gases desde Irigoyen y Solís, apuntando hacia la plaza y hacia lxs fotografes sobre Solís.

Luego de eso comenzaron otra vez a avanzar sobre la plaza, ya acercándose hacia el centro de la Plaza de los Dos Congresos y Avenida de Mayo. Intenté avanzar hacia esa zona, pero los gases en el aire eran tan fuertes que tuve que retomar hacia Callao, frente al Congreso, donde ya no había represión, sólo los rescatistas atendiendo prensa y manifestantes.

Me quedé sobre Entre Ríos y registré cómo los hidrantes se recargaban. Una vez pasado esto volví a la plaza, pero ya estaba vacía y la Policía comenzaba a correr sobre Avenida de Mayo hacia 9 de Julio. Llegué a la estación Lima, sobre Avenida de Mayo, y vi cómo un grupo de nueve desclasados de la Policía de Ciudad de Buenos Aires corrían hacia una persona que estaba sola, caminando hacia ellos (raro si fueras culpable de algo).

Hice una seguidilla de fotos mientras me iba acercando hacia los policías que lo redujeron y golpearon en el piso violentamente. Registré el abuso en particular de uno, que en la foto se ve la violencia y los puños con anillos. Me apartaron y no me dejaron seguir sacando. Fui hacia Lima y Avenida de Mayo, donde registré a la docente que quiso reclamarle a la Policía mientras que la motorizada le tiraba la moto encima. Luego la detuvieron también. La Policía de la Ciudad comenzó a avanzar sobre Lima, hacia el lado de Constitución.

Vi cómo el mismo de la Policía de la Ciudad que golpeó violentamente al chico sobre Avenida de Mayo y Estación Lima, empujaba desde atrás a un colega fotógrafo. Adelanté el paso, me acerqué y, sin agredir, le pregunté por qué había empujado al fotógrafo por la espalda. No me dijo nada e intentó agarrarme. Quise zafarme, pero al instante sentí cómo me agarraban de atrás entre varios. Me llevaron caminando, sin resistirme, hacia la esquina de Lima y Adolfo Alsina. En este transcurso le dejé mi cámara a una fotógrafa.

Una vez ya detenido me sentaron en la puerta de una concesionaria en Alsina y Lima, junto con otro detenido (Cristian Ferreira, quien fue capturado por intentar que no me pegaran mientras me secuestraban). Una fotógrafa se quedó con nosotros, cuidándonos y tomándonos datos para ayudar.

La Policía nos tomó los datos, pero nadie se quería hacer cargo de nuestra detención ya que los que nos secuestraron nos dejaron con otros de Ciudad y nadie sabía por qué estábamos ahí ni por qué estábamos en esa detención.

Llamaron a un oficial de calle para ver quién se hacía cargo. El oficial nos dijo que nadie se hacía cargo de nuestra detención, por lo que posiblemente nos liberaran pronto. En ese momento me llamó mi hermana porque le avisaron lo sucedido, pero le dije que estaba bien, que al otro día iba a almorzar con la familia. Pensaba que, a lo sumo, nos iban a tener toda la noche y a la mañana nos soltaban.

Pasó un rato largo y recién ahí nos esposaron y nos subieron a un camión de traslado. De ahí nos llevaron al Centro de Monitoreo y nos tuvieron unas horas, mientras fueron juntando a los secuestrados y armando las causas truchas… para tenernos detenidos sin pruebas, que es aún peor porque demuestra la impunidad de este gobierno fascista.

Entre las 2 y las 3 de la mañana nos ingresaron a la Alcaldía y nos juntaron a los que estábamos en diferentes camiones de traslado. En la Alcaldía nos dejaron en el patio, al aire libre y esposados, nos negaron llamadas para contactar familiares y también nos negaron mantas que estaban a la vista en un pasillo, cerca de un baño. A su vez, varias veces nos amenazaron con pasarnos con los presos y con que en algún momento tenían que poner los otros presos en el patio para no tener problemas con ellos.

Esa noche “dormimos” en el patio esposados. La mañana siguiente nos sacaron las esposas y, tras estar horas pidiendo comunicación, empezamos a tener contacto con familias y abogados. En este punto pensamos que salíamos a la noche, porque empezamos a reclamar nosotros adentro y las familias afuera y cada vez teníamos más comunicación. Hasta que en uno de esos encuentros con la familia nos llegó la noticia de que nuestra causa pasaba a ser federal y nos volvimos a angustiar.

Todo era muy confuso, pero éramos un grupo en el que cuando uno caía otro hacía un chiste, una arenga. Hicieron de un grupo de gente que no se conocía un grupo que se unió ahí adentro. Surgieron apodos, como “El profe” o “Messi”, chistes de cómo seguía la trama… Todo en pos de “sentirse normal”, aunque nada lo era.

Cuando pasó esto de que cambió la causa, ya sabíamos que era otra noche. Ahí nos entregaron unas pequeñas mantas y volvimos a dormir en el piso del patio. A la mañana siguiente, bien temprano, aproximadamente 5 o 6 de la madrugada, nos subieron a las camionetas y nos llevaron a Comodoro Py para declarar. Nos tuvieron todo el tiempo esposados, estando custodiados y rodeados de yutas, como si fuésemos a escaparnos…

Por la tarde, cada uno vio a su abogado para hablar y declarar. Muchos no declaramos, sólo negamos los hechos y pedimos excarcelación y volvimos al camión.

Ya tarde noche nos dijeron que íbamos a estar todos juntos como en la Alcaldía, por lo que pensábamos que capaz nos tenían ahí una noche más, pero pasadas las horas nos fueron entrando a las celdas de Comodoro Py que no son para quedarse sino para esperar un traslado, por lo que volvimos a dudar nuevamente de nuestra libertad. Siempre fue un subidón de emociones buenas y malas, todo el tiempo, era una noticia buena tras una mala.

Una vez revisados y fichados fuimos puestos en diferentes celdas, en grupos de tres o cuatro cada celda, y pasado un rato llamaron al primero, el “Profe” Juan Spinetto, para avisarle que le negaron la excarcelación. En ese momento se nos cayó el mundo. Si el profe, que es profe, abogado y un pan de Dios (como dicen las abuelas) iba a ser trasladado a un penal, el resto por más que no hayamos hecho nada estábamos también en la misma.

Pasó un rato y al segundo que llamaron firmó la excarcelación. Era felicidad, pero también tristeza, porque ya era una lotería. A todo esto los carceleros, que son presos con trabajo básicamente, gritaban cosas como “¡viva la libertad!”.

Pasó una hora y media entre que salió el primero y salió el último, que fui yo. El domingo siguiente pude recuperar mi cámara y me puse a bajar las imágenes y buscar las fotos de la agresión a Juan Pablo Colombo, el compañero reprimido. Logré verlas y descubrí que, claramente, se ve que no hizo nada, por lo que me entró una emoción inmensa y se la compartí a la familia para que las tenga su abogado.

Pasados unos minutos de ver esas fotos me avisaron que el fiscal (Carlos Stornelli) había pedido que volvamos todos adentro. Me angustié y me agarró un pequeño ataque de pánico. No quería volver, tampoco huir, y tenía las pruebas de que Colombo había sido reducido, golpeado y secuestrado ¡por no hacer nada!

En la desesperación, desperté a mi vecino y volví a delegar mi cámara. También le dejé la computadora, llamé a mi familia para que vengan a casa a buscarme y a buscar la PC. Yo ya imaginaba a la Policía en casa, llevándome…

Llamé al abogado, Ema de Correpi, a quien le debo la vida. Me trajo algo de tranquilidad… Igualmente esa noche me fui a la casa de mi familia y me quedé viendo las fotos hasta la madrugada, intentando armar el rompecabezas. Hoy, siendo jueves 20, ya liberaron once compas más. Pero quedan cinco detenides ilegalmente, mientras regalan el país y Messi mete algún gol.

Fotografías Fernando Claus

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