Derechos individuales, derechos colectivos, no se discrimina. La intranquilidad va desde la pérdida de estabilidad en el trabajo (si tenés la fortuna de tenerlo), gente que no sabe qué comer o cómo darle morfi a sus hijos y llega hasta no saber si esto estalla por los aires en cualquier momento y/o hay una continuidad en la lenta agonía que transitamos.
Expectantes porque en general somos espectadores impávidos de esta realidad de pesadilla. Hoy se reparten palos a los jubilados y jubiladas cuando les sacaron hasta los remedios, las mujeres que realizaron trabajos de cuidado no aportaron lo suficiente al “sistema”. Ayer se recortan derechos a docentes y se ataca a sus sindicatos, nada. Desde que asumieron echan gente del Estado, se lo merecían. Atacan al sindicato y a los trabajadores judiciales o de Aerolíneas Argentinas, son unos privilegiados. Podría seguir así hasta el infinito de ejemplos y párrafos escritos. Quizás el único tema que nos une más transversalmente o que ataca esa fibra aspiracional de nuestro pueblo sea el desfinanciamiento universitario. Después de la uni, te desfinanciamos el CONICET o pagamos magros sueldos hasta a los médicos “héroes y heroínas” de la pandemia y no pasa nada.
Mientras, el resto, mira. El resto también está bajo la guillotina pero espera la orden del verdugo para ver cuándo reacciona.
¿Qué significaría dejar de espectar? ¿Alcanza con indignarse o con pedir a dirigencias lo que no estamos dispuestos/as a hacer?
La intuición dice que es necesario organizarse. Tarea sumamente difícil en tiempos en donde todos, todas y todes tenemos la razón. Organizarse obliga a tener que juntarse con gente que no piensa igual y eso… qué difícil que es en los tiempos que corren.
Así tenemos mucha dirigencia de los sindicatos o partidos que prefieren estar tirándose “chasqui bum” (perdón la si les jóvenes tienen que googlear) tratando de llevar agua para su molino mientras la base que los sustenta está en crisis. En la misma sintonía militancia, gente posicionada políticamente en sentido amplio y la famosa “base” reclamando detrás de la comodidad de los teclados que accione la dirigencia. Así no se puede.
Nos encontramos en un laberinto de reclamos y acusaciones cruzadas mientras el tsunami avanza y la crisis parece no tener final.
¿La salida? Colectiva como siempre. ¿El primer paso? Tenés que darlo vos. Cada persona, dirigente, sindicato, partido, gobierno, club de barrio, minoría, mayoría o lo que seas que está esperando la guillotina.
Andá, juntate, hablá, discutí, defendé a alguien más aunque no te afecte porque… ¿y si mañana te toca a vos?
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